Y Luarca fue un juego...

Un juego cuyas verdaderas dimensiones habría que rastrearlas en las opiniones de los espectadores que esta tarde han podido asistir al estreno oficial del último cortometraje de J. K. Álvarez, "La vida es un juego de cartas". Hubo a quien se le hizo muy corto, hubo quien lloró, e incluso momentos de risas colectivas, en un cóctel muy cuidado de violencia, sangre y alcohol, que no dejó indiferente a casi nadie.

Mención especial, eso sí, debemos hacer de la actuación de la Banda de Gaitas "Faro de Luarca", quienes demostraron su profesionalidad y el profundo sentimiento que albergan las danzas y la música tradicional de nuestra tierra. La actuación, dividida en dos por el estreno del cortometraje, hizo disfrutar a los allí presentes, por su emoción y su buen hacer.

Jota se ha vuelto a mover con soltura de maestro aprendiz por los cuatro, cinco, siete u ocho costados del Séptimo Arte. Tras habernos dejado con un nudo corredizo en la garganta en "Con mi música a otra parte" (2008), Álvarez profundiza ahora en temas como el maltrato, los accidentes de tráfico y la violencia en general, un mosaico de temas, por desgracia, inherentes a los titulares de prensa y las estadísticas oficiales. Y Jota lo retrata todo con ese punto de magia, de sueño, que abraza los hechos como si fuesen fábulas de la vida humana, con una terrible moraleja final.

Jota juega con el espectador, pero a la vez le hace partícipe del juego, le invita a pasar, sentarse, y elegir su carta. Coger un vaso, beber un trago, levantar el naipe y fijar la mirada en nuestro destino. Y puede que tras un infierno de acción trepidante, bajo los adoquines de un cielo ensangrentado, se encuentre nuestro As de copas, o nuestro Rey de espadas.

Pero siempre nos quedará una duda, la que nunca nos ha abandonado: ¿quién reparte las cartas en este mundo? ¿quién alimenta el azar y el ego de nuestro destino?

Jota, lo has vuelto a hacer: enhorabuena...