De turismo por Boal: qué visitar y conocer en el concejo de Boal

De turismo por Boal: qué visitar y conocer en el concejo de Boal
Publicado el 16-07-2021 Boal, Turismo

Naturaleza, historia y un pasado que sigue muy presente son solo algunas de las sorpresas que esperan a quienes visiten Boal, en pleno corazón del Parque Histórico del Navia, este rincón del occidente de Asturias tiene mucho que ofrecer.

Para conocer Boal, el sueño indiano,  os proponemos este itinerario.

DÍA 1

Quienes visiten Boal por vez primera no tardarán en darse cuenta del pasado emigrante de la localidad, la cual cuenta con un patrimonio indiano digno de admiración. Así, entrando por la AS-12 desde el vecino concejo de Coaña, la villa recibe al visitante con las majestuosas Escuelas Graduadas (1919-1934), buque insignia de todos los centros educativos construidos en el concejo gracias a la labor de la Sociedad de Instrucción de Naturales del Concejo de Boal, creada en La Habana allá por 1911.

Tras haber sido utilizadas como hospital en tiempos de guerra, las preciosas Escuelas Graduadas han visto y siguen viendo crecer a generaciones de boaleses que inician su andadura académica entre sus muros.

Siguiendo por la carretera general en la Calle Melquiades Álvarez para penetrar poco a poco en el corazón de la villa, la siguiente construcción indiana que encontramos a nuestra izquierda es la casa de Presno levantada en 1953, lo cual la convierte en la más joven y última vivienda construida en Boal por un emigrado a Cuba.

Con la mirada siempre en el lado izquierdo de la carretera, a escasos metros hallamos la bellísima Villa María, ideada por el popular arquitecto Manuel del Busto en 1924.

Casi a continuación se levanta la gran casa Río de Veigas presidida por una esbelta torre que lleva desde el año 1900 viendo crecer la preciosa villa de Boal.

Sin apenas tiempo a pestañear encontramos la casa de Jesús López, construida entre 1920 y 1930, y cuyo peculiar tejado abuhardillado más bien recuerda al más fino edificio francés.

Pero si de elegancia se trata, la imponente casa de Victoriano Martínez, popularmente conocida como El Zanco (1925), brilla con luz propia dejando de nuevo la firma del gran Manuel del Busto en la localidad. Nacido en Peiróis y  emigrado a Cuba con tan solo catorce años, Victoriano encarna como nadie el éxito de quien tiene el esfuerzo y la constancia como seña de identidad, ya que aquel que empezó su andadura trabajando como lavaplatos, terminó por alcanzar su fortuna a través de inversiones en propiedades en la zona más exclusiva de La Habana.

A su lado la casa de Juan López, construida en 1910, es una de las muchas que sorprenden sin duda alguna por sus dimensiones.

Seguidamente, nos damos de bruces con la Fonda La Paca (1910) en cuyas sencillas paredes se encierran los deliciosos sabores de unos fogones cuya fama traspasaba las fronteras boalesas, sabores que aún recuerdan con nostalgia los más veteranos del lugar.

Después, nuestros ojos se posarán en el precioso balcón que preside la fachada frontal de casa Sanzo (1922), la cual está cargada de historia, pues el 7 de agosto de 1932 se inauguró como Casino de Boal, título que compartiría con otra construcción que merece una mención especial.

Y es que desde casa Sanzo podemos tomar el desvío a la izquierda para encontrar a escasos metros el gran Cine Helenias (1925). Desde 1932 hasta los años 70, el Helenias que había sido lugar de reunión de los emigrantes retornados en forma de casino, se convirtió en uno de los cines-teatro más importantes de Asturias, llegando a acoger actuaciones de grandes artistas de la época como Antonio Molina o "La Asturianita".

El domingo 22 de mayo de 1932 se proyectó la primera película en el Helenias, “Trafalgar” de Frank Lloyd, siendo en 1936 cuando se implantó el sonoro.

Volviendo sobre nuestros pasos, junto a casa Sanzo, el arquitecto Manuel del Busto demuestra haber sido muy polifacético sorprendiéndonos con la gran Villa Damiana. Robusta y adornada con elegantes balcones en la planta superior, esta construcción de 1916, inspirada en la Italia del Renacimiento, se encuentra acompañada por una pequeña casita de servicio. Su construcción fue ordenada por José Benito Sánchez, quien además se recuerda por ser el promotor del precioso lavadero de Boal.

A escasos metros nuestra vista se eleva hacia la esbelta casa de Valentín Blanco, construida con ese icónico granito que define la montaña boalesa.

La siguiente es Villa Genoveva, construida en 1907, a expensas de los hermanos Francisco, Eduardo y José Ferández-Combarro. También en ella podemos encontrar algunos detalles de cantería en granito, así como algunos cristales de colores, seña de identidad de la arquitectura americana.

A continuación, encontramos la casa de Graciela datada en el año 1925. Elegantemente azulejada, posee una peculiaridad única en las casas de Boal, pues cuenta con una arcada central de cantería pensada para la entrada de carruajes.

Cruzando la carretera, ya en la Avenida de Asturias que vertebra la zona centro de la villa, se alza la casa de Eduardo Blanco de 1885 y reconstruida en torno a 1904. Una construcción regia, propia de la nueva burguesía rural, de la que sin duda nos enamorará su impresionante cenador trasero.

Pero tiempo habrá de pasear por la Avenida de Asturias y, siguiendo con nuestro recorrido inicial, pronto hallamos el gran lavadero financiado por José Benito Santa Eulalia en 1928, el cual, siendo el más grande del concejo, sin duda fue una obra de gran importancia para las mujeres de la época.

Subiendo unos cien metros, nuevamente a nuestra izquierda, veremos la casa El Rosito mandada construir por José G. Siñeriz y García en 1915, primer presidente de la Sociedad de Naturales del Concejo de Boal en La Habana.

En su recta final la Villa de Boal aún se reserva dos sorpresas para el visitante, la primera de las cuales es una de las construcciones indianas más famosas de Asturias. Y es que Villa Anita es sencillamente única, una casa de cuento íntegramente azulejada con cerámica llegada desde Talavera, y en la que se mezclan magistralmente algunas influencias japonesas, inglesas e incluso medievales. Villa Anita representa como pocas el espíritu luchador de un Celestino Martínez que emigró a Cuba con tan solo nueve años, regresando para construir su preciosa casa en 1926.

Finalmente, el recorrido se cierra con broche de oro de la mano de la gran Quinta Modesta construida por Genaro Díaz Fernández en 1924, y cuya cerámica vitrificada azul y blanca le otorga una sutil elegancia a su fachada principal.

 

 

Siguiendo nuestro camino a un par de minutos, ya en la localidad vecina de San Luis, podemos visitar el Centro de Interpretación de la Emigración ubicado en una de las tantas preciosas escuelas que nos dejaron como legado los boaleses emigrados.

Este centro podrá visitarse las tardes de los martes, miércoles y viernes, en horario de 15:30 a 18:00 horas.

Si en este primer día de nuestro viaje queremos centrarnos exclusivamente en Boal, podemos volver sobre nuestros pasos y adentrarnos en la arteria principal de la villa, donde nos recibirá el monumento homenaje a la emigración magistralmente elaborado por el escultor Favila. El ayuntamiento, la iglesia parroquial de Santiago Apóstol y edificios en cuyos bajos aún se vislumbra un pasado comercial no tan lejano, completan un recorrido que a buen seguro nos habrá dejado con el apetito a flor de piel. Y cuando el hambre empieza a cosquillear, no cabe duda de que Boal es el lugar perfecto para solucionarlo con una gastronomía que enamora al paladar más exigente.

 

Continuando con nuestro periplo, podemos ver Boal desde otra perspectiva y es que, a unos minutos de coche por la AS-22, alcanzamos el Alto de Penouta. Una vez allí, si nos desviamos a la derecha podemos dejar nuestro coche y caminar en busca del precioso "Penedo Aballón", icono de ese Boal cuya montaña se encuentra sembrada de preciosas moles de granito.

Si volvemos al camino principal y continuamos nuestro ascenso, alcanzaremos el gran mirador que en una dirección nos ofrece una amplia vista de la costa cantábrica, y en la otra nos muestra un despliegue de cadenas montañosas que se pierden en el horizonte.

Volviendo sobre nuestros pasos hasta alcanzar de nuevo la carretera general, podemos optar por desviarnos en esta ocasión a la izquierda y caminar varios minutos hasta alcanzar la preciosa área recreativa de Pena Queimada. Paso a paso iremos descubriendo que esta extensa zona de monte bajo es mucho más que una belleza natural, y no tardaremos en descubrir que sin apenas darnos cuenta nos adentramos en lo más profundo de la historia boalesa y de sus primeros pobladores, con el hallazgo del dolmen y los túmulos cuya datación los sitúa en la época Neolítica (6.000 años).

También podemos encontrar túmulos en la sierra de Penácaros, la cual se mira cara a cara con Boal.

DÍA 2

El turista amante del senderismo encontrará en Boal una de esas rutas de ensueño en las que la belleza natural de la zona se muestra en todo su esplendor.

Recientemente la compañía eléctrica Viesgo y la Sociedad de Amigos de Boal aunaron esfuerzos para crear la gran Ruta Viesgo de los Miradores del Navia (PR-AS 299), en cuyos 11,3 kilómetros de recorrido se combinan magistralmente paisajes tan distintos como el monte bajo, núcleos rurales con historia y los serpenteantes meandros del río Navia perdiéndose entre los valles.

Dado que se trata de una ruta de carácter circular, su punto de inicio y fin es opcional, pudiendo situarse tanto en la presa de Doiras como en el área recreativa Puente de Castrillón, a la cual accedemos si tomamos dirección Grandas de Salime, y cogemos el desvío a Castrillón que encontraremos en la localidad de San Luis (a unos dos kilómetros de Boal).

Tras dejar nuestro coche en el aparcamiento del área, cruzamos el puente e iniciamos un breve ascenso en asfalto hasta tomar el desvío que nos llevará a la pequeña aldea de El Rebollal, desde donde una cómoda pista nos llevará hasta la localidad de Silvón.

 

En este punto del recorrido, ya podemos disfrutar de una vista panorámica de Doiras a nuestra derecha.

Cruzando la localidad de Silvón alcanzamos la pequeña capilla de San Juan, desde donde a la derecha tomamos una senda que discurre entre pastos y que nos llevará directos a la gran presa de Doiras (inaugurada en 1934).

Tras cruzar la presa, un pequeño sendero nos llevará a Doiras, donde lo primero que encontraremos es el edificio en el que varias décadas atrás residían la mayoría de trabajadores de la central, a continuación, nos encontramos el bonito núcleo de viviendas de los ingenieros, cuyos tonos azules y blancos y su jardín parecen llevarnos a un paisaje mediterráneo. Siguiendo nuestro ascenso, a escasos metros, nos toparemos con una muestra más de la financiación indiana, encarnada en forma de escuela.

 

Tras recorrer unos metros por la carretera general, volvemos a desviarnos a la derecha por un sendero que nos llevará a la localidad vecina de Piñeira, previo paso por el imponente Palacio de Berdín, datado en el siglo XVIII. Unos metros más arriba, tomamos nuevamente un desvío a la derecha, el cual se encuentra señalizado. Tras una subida que nos lleva de vuelta a la carretera general AS-12, iniciamos el ascenso por un sendero de tierra, el cual nos llevará monte a través dejando a nuestra mano izquierda el río Roxíos. Siguiendo con nuestro descenso, no tardaremos en divisar el puente de Castrillón, acercándonos poco a poco al área recreativa en la que finalizaremos esta ruta.

Como señalamos al principio es indiferente el punto por el que decidamos comenzar la ruta, pero creemos que después de una larga caminata, siempre será de agradecer tomarse un buen descanso en un lugar tan idílico como esta área a la vera del río Navia.

 

En el camino de regreso a Boal merece la pena detenerse en Prelo, donde podemos deleitarnos ante el esplendor del gran Palacio de los Miranda cuyos elementos de mayor antigüedad se situarían entre los siglos XV Y XVI. En una de sus fachadas este imponente edificio luce orgulloso un escudo de gran tamaño que reza “De los González de Prelo y Castrillón, estas armas y blasón son”.

Actualmente dedicado como alojamiento turístico, el Palacio de Prelo posee una leyenda de sangre bien conocida por todos los boaleses, en la que se refiere el hecho de saliendo de caza el Señor de Prelo dio orden de no comenzar la misa hasta su regreso, mas dado que tardaba demasiado el cura decidió emprender la homilía. Pero antes de finalizar la misma regresó el señor, y sintiéndose profundamente agraviado por el cura no dudó en asesinarlo sobre el mismo altar. Como represalia a tan oscuro suceso, la parroquia se trasladaría definitivamente a Boal.

 

DÍA 3

El primer día de estancia en Boal ya nos da clara muestra de que este concejo encierra mucha historia y, tras un vistazo a vuelapluma, seguramente nos hemos quedado con ganas de más.

Cogiendo el coche podemos poner rumbo a la localidad vecina de Rozadas por la AS-22 Boal-Vegadeo, situada a unos nueve kilómetros de la capital, la cual alberga el Centro de Interpretación de la Artesanía del Hierro.

A lo largo de esta visita, de una media hora de duración, podemos acercarnos al trabajo y la comercialización de este metal, que vivió su máximo esplendor durante los siglos XVIII y XIX contando con una ferrería, ocho mazos y un total de 190 artesanos del hierro en todo el concejo.

Ya sea con visita guiada o de forma individual, este centro podrá visitarse las tardes de los jueves y los sábados, en horario de 15:30 a 18:00 horas.

 

Además, los asistentes podrán aprovechar para  conocer el Museo Etnográfico de Rozadas o la Ruta de “Os Molíos, Cortíos y Calieiros”.

 

Volvemos a Boal y antes de entrar en la villa, a la altura de A Pilella, podemos desviarnos a nuestra izquierda dirección As Lleiras para encontrarnos a un par de minutos con los restos de los lavaderos de la antigua mina, en la cual se explotaba wolframio y cuya actividad cesó de forma definitiva en 1984.

Estos lavaderos forman parte de la arqueología industrial boalesa, pero más allá de un vistazo general se desaconseja completamente acercarse a ellos dado el estado en el que se encuentran.

Si seguimos nuestro camino acabaremos en la localidad de Armal para alcanzar la carretera general AS-12, desde donde podemos bajar a la localidad vecina de Os Mazos para visitar la preciosa Casa de la Apicultura que, una vez más, se encuentra ubicada en una antigua escuela.

Esta visita nos acerca al mundo de la apicultura boalesa, la cual cuenta con una larga tradición y sigue siendo actualmente uno de los rasgos distintivos de un Boal que rinde homenaje a esta querida actividad con la popular Feria de la Miel que se celebra cada otoño.

El horario de apertura de este centro desde el 1 de julio al 30 de septiembre es de martes a sábado, de 10:30 a 14:30 horas y los domingos de 11:00 a 14:00 horas.

De nuevo en nuestro coche podemos seguir nuestro camino hasta la localidad de Pendia, donde a nuestra derecha tomaremos un desvío (P.K.19) que descenderá a lo largo de un par kilómetros hasta llevarnos a una pista un kilómetro más, dejando nuestro coche todo lo cerca que se puede del Castro de Pendia.

 

Este pequeño poblado castrense se remonta a la Edad de Hierro, considerando que podría haber estado poblado hasta bien entrado el siglo I d.C. Destaca en este yacimiento lo inusual de su ubicación, claramente compensada con la altura de sus murallas, así como el hallazgo de una cabaña de gran tamaño y dos saunas rituales.

Para quienes sentimos pasión por este tipo de visitas, cabe señalar que desde Boal se cuenta con un fácil acceso a otros yacimientos castrenses entre los cuales podemos destacar, sin duda alguna, al precioso Castro de Coaña que se encuentra en el concejo vecino a escasos veinte minutos.

 

DÍA 4

Nuestra visita a los poblados castrenses pudo habernos parecido un viaje al pasado insuperable, pero lo cierto es que Boal aún nos reserva una sorpresa todavía más remota.

Como suele ocurrir, todo lo bueno cuesta y este pequeño secreto se halla escondido en lo más profundo del bosque en la falda del Pico del Cuco.

Cogemos nuestro coche y emprendemos la marcha por la AS-12 dirección Grandas de Salime  y pasamos la localidad de Doiras, la cual ya conocemos después de hacer la gran Ruta de los Miradores del Navia, y a nuestra derecha encontraremos un desvío hacia la aldea de Froseira.  Una vez allí dejamos nuestro coche y seguimos las indicaciones que nos llevarán monte a través a lo largo de unos tres kilómetros de subida al abrigo del bosque autóctono, hasta alcanzar la Cova del Demo.

Que esta preciosa cueva se encuentre catalogada como Bien de Interés Cultural del Patrimonio Histórico del Principado de Asturias no es baladí, dado que su interior alberga unos grabados prehistóricos datados entre el 1.500 y el 1.100 a.C. (Edad de Bronce).

En el pasado reciente esta cueva fue lugar de refugio durante la Guerra Civil y también para el ganado, especialmente para el de los vecinos de la cercana localidad de Cedemonio, cuyo nombre encierra la legendaria leyenda con la que se ordenaba ceder al mismo demonio que subía por el río Navia y era detenido gracias a un amuleto tan mágico como único.

Y es que, si bien esta localidad ya pertenece al concejo de Illano, comparte con Boal el que sin duda es uno de sus mayores tesoros, un capricho de la geología que dibuja de mil y un maneras posibles las pequeñas piedras conocidas como Quiastolitas. Estas formaciones rocosas se encuentran en muy pocos lugares del mundo, estando Boal y Cedemonio en esa selecta lista.

Con la llegada del cristianismo estas piedras sirvieron también como prueba de que los peregrinos habían realizado su camino, pues debían llevar una quiastolita consigo cuando llegasen a Santiago de Compostela.

Así pues, parece evidente que la visita a Boal no defrauda, ofreciéndonos un amplio despliegue de naturaleza, de historia, de montañas cargadas de ritos y leyendas que se remontan hasta nuestros más ancestrales orígenes y, como no podría ser de otra manera en tierras asturianas, de una gastronomía inigualable.

Además, su enclave nos permite disfrutar de la playa a menos de media hora de coche, o de la arqueología industrial de A Paicega (Pesoz), la cual encontramos siguiendo el rastro de los numerosos restos del gran teleférico que llevaba el material desde el puerto de El Espín hasta este poblado durante la construcción de la presa de Salime (1945-1955). También aldeas de origen medieval como Argul (Pesoz) o San Esteban de los Buitres (Illano), el Museo Etnográfico de Grandas de Salime cuyo prestigio habla por sí solo, y un largo etcétera.

 

 

 

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