A Paicega (Pesoz): tiempo detenido sobre el embalse de Salime

A Paicega (Pesoz): tiempo detenido sobre el embalse de Salime
Publicado el 06-05-2014 Pesoz, Turismo, Reportajes

El poblado de A Paicega, en el concejo de Pesoz, rezuma el romanticismo propio de las ruinas y la historia con mayúscula y minúscula, que parecen relatar sus barracones, la iglesia o los almacenes que resisten al paso del tiempo. Supone uno de los hitos del patrimonio industrial en la cuenca del Navia y un oasis de sensaciones para el turista. 

A Paicega fue un poblado construido a mediados del siglo XX para servir de residencia a una parte de los cientos de obreros que trabajaron en la construcción de la presa que dio lugar al embalse de Salime, inaugurado en 1954. Se accede al mismo a través de una pista en buen estado que parte del pueblo de Sanzo, al que se llega por la AS-12 mediante desvío señalizado.

La visita al poblado de A Paicega sorprende al que acude por vez primera y nunca defrauda al que repite atraído por el imán que parecen ejercer las ruinas de los barracones (en los que se puede apreciar la ubicación de los baños y cocinas), los restos del teleférico que transportaba el material necesario desde el puerto coañés de El Espín, o esa fisonomía tan nórdica de la iglesia diseñada por el arquitecto asturiano Joaquín Vaquero Turcios.

Ladera abajo se pueden percibir igualmente los restos de otro de los poblados que acogieron a los obreros de esta monumental obra: el Campín. Algo mejor conservado se halla el poblado de Vistalegre. Si nos fijamos bien, desde la propia presa, se pueden observar a escasos metros de la orilla del río Navia restos de los pabellones de otro de los poblados: Eritaña.

Centrándonos en A Paicega, en la actualidad, podemos contemplar las ruinas de la docena de pabellones construidos en mampostería y ladrillo, cada uno de los cuales albergaban tres viviendas familiares.

Igualmente sobresalen las estaciones de recepción y transformación de la energía eléctrica que se hacía llegar mediante tendido desde la presa de Doiras, en el concejo de Boal. El altísimo voltaje al que llegaba la energía se iba reduciendo a través de las distintas estaciones que configuraban todo el universo de la obra.

La abundante maleza impide en buena medida contemplar los restos del teleférico que, como antes mencionamos, permitió salvar una comunicación por carretera que en aquella época habría resultado cuando menos titánica y poco eficiente.

El elemento arquitectónico que en mejor estado se conserva es sin duda alguna la iglesia. Con escalinata de acceso a través de una portada sin elementos ornamentales, la entrada se realiza a través de un sencillo arco de medio punto sobre el que se abre un vano rectangular de modestas dimensiones. En su lado norte cuenta con un pórtico a través del cual también era posible el acceso al interior del templo.

A Paicega es, en definitiva, una de las visitas que el viajero en tránsito por el Occidente de Asturias no debería dejar escapar. En sus inmediaciones puede aprovechar para completar la visita con localidades como Argul, Pesoz, Grandas, Santa María, San Emiliano, o para visitar otros testimonios del pasado como El Couso del Lobo en La Campa o el castro del Chao Samartín. Pero esas perlas las dejaremos para otro momento.

Ahora, para ir abriendo boca, os dejamos con el álbum de A Paicega que tenemos publicado en Flickr.

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